El Conflicto Armado en Colombia: Una  Mirada a la Resistencia Indígena y los Retos de la Paz
By: Benedicto Cantero Tunubala – Representante IRICAS.ORG – Pueblo Originario Misak, CO
email: juegoskan1@gmail.com
Colombia ha sido escenario de uno de los conflictos armados más prolongados del mundo, un fenómeno que ha moldeado profundamente su tejido social, político y económico. Aunque los acuerdos de paz firmados en 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) representaron un avance significativo, el país sigue enfrentando enormes desafíos en regiones como el Cauca, donde convergen la lucha por los derechos indígenas, la violencia de grupos armados y las históricas falencias del Estado en la provisión de justicia y seguridad.
En este contexto, el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL) emerge como un caso singular en la historia de este conflicto armado, y más allá de su faceta militar, se constituyó en un catalizador para la reivindicación de los derechos indígenas, posicionando a las comunidades como protagonistas en su lucha por la tierra y la identidad cultural.
El Quintín Lame: Una Lucha en Clave Cultural y Política
El MAQL, activo entre las décadas de 1980 y 1990, fue diferente de otros grupos insurgentes; integrado principalmente por indígenas, incorporó prácticas culturales ancestrales en su estructura organizativa y estrategia política, al no limitar su enfoque al enfrentamiento armado, también promovió una formación política orientada a empoderar a sus miembros y comunidades.
Para los combatientes, ser parte del Quintín Lame significaba reconectar con sus raíces. Muchos de ellos, desarraigados por la migración y el conflicto, encontraron en el movimiento una oportunidad para recuperar su identidad cultural. A pesar de que sólo una fracción dominaba lenguas indígenas como el Nasa Yuwe, el movimiento fomento el orgullo por estas tradiciones, reforzando el papel del idioma como un símbolo de resistencia y unidad.

El MAQL priorizó la educación política sobre las tácticas militares, lo que permitió a sus miembros comprender mejor las dinámicas de opresión y exclusión que enfrentaban. Abarcando temas como el régimen político colombiano, las luchas de clases y las implicaciones del neoliberalismo en los territorios indígenas, no solo se fortaleció la identidad de los combatientes, sino que también los preparó para convertirse en líderes comunitarios tras su desmovilización.
Un Legado de Resistencia Colectiva
El movimiento Quintín Lame fue más allá de las luchas individuales, construyendo una identidad colectiva que unió a sus miembros y comunidades en torno a un objetivo común: la defensa del territorio y los derechos indígenas. A través de la participación en campañas ofensivas y defensivas, lograron posicionarse como un actor relevante en el panorama sociopolítico del Cauca.

Mientras que las principales guerrillas del país se organizaban bajo ideologías marxistas-leninistas y buscaban transformaciones económicas y políticas de alcance nacional, el Quintín Lame enfocó su lucha en la defensa de los derechos territoriales y culturales de las comunidades indígenas, especialmente en el Cauca. Su composición, predominantemente indígena, le otorgó una identidad étnica y cultural que marcó todas sus acciones.
En la convulsa historia del conflicto armado colombiano, el MAQL se alzó como una guerrilla única, marcando una diferencia preponderante frente a otras organizaciones insurgentes como las FARC o el ELN. Su carácter indígena, su enfoque en la defensa de los territorios ancestrales y su lucha por los derechos culturales lo convirtieron en un referente singular en las luchas sociales del país,
“Más que una guerrilla tradicional, el Quintín Lame
era un movimiento político-cultural armado”,
comentan analistas del conflicto. Este enfoque se reflejó en su método organizativo, basado en tradiciones indígenas como la toma de decisiones colectivas y el respeto a las autoridades ancestrales.
Contraste con Otras Guerrillas
A diferencia de los movimientos insurgentes más militarizados, el MAQL evitó tácticas de terror y priorizó una disciplina interna más flexible. Mientras las FARC y el ELN buscaban imponer su control en zonas rurales, el Quintín Lame cultivó una relación más orgánica con las comunidades indígenas, siendo percibidos no como invasores, sino como defensores de sus intereses.
Esta dinámica facilitó una integración comunitaria que otras guerrillas no lograron pues los combatientes del MAQL eran, en muchos casos, miembros de las mismas comunidades que buscaban proteger, lo que permitió que su lucha no solo fuera armada, sino también cultural, promoviendo el fortalecimiento de la identidad indígena a través de la recuperación del idioma, las tradiciones y la cosmovisión ancestral.
De las Armas a la Política: La Asamblea Constituyente de 1991
El legado más duradero del Movimiento Armado Quintín Lame se consolidó tras su desmovilización en 1991, cuando su lucha contribuyó a la construcción de la nueva Constitución Política de Colombia. Este proceso, liderado por la Asamblea Nacional Constituyente, fue un hito en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Este evento marcó un antes y un después en la historia política de Colombia y en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas.
Dicho acuerdo contempló el compromiso del Gobierno de designar un vocero permanente de esa organización ante la Asamblea Nacional Constituyente. Situación que se materializó en la plenaria del día 9 de abril de 1991, cuando se posesionó como delegatario el indígena Alfonso Peña Chepe como representante del Movimiento Armado Quintín Lame, de conformidad con lo establecido en el Decreto 1926 de 1990. Ese mismo día empezó a ejercer como delegatario junto con los dos constituyentes indígenas elegidos por voto popular: Lorenzo Muelas y Francisco Rojas Birry.
Gracias a este esfuerzo, la Constitución de 1991 incluyó avances históricos, como El reconocimiento de Colombia como un país multicultural y pluriétnico, La oficialización de las lenguas indígenas en sus territorios y La creación de circunscripciones especiales para representantes indígenas en el Congreso.

Aunque los desmovilizados del MAQL no participaron directamente como constituyentes, su desmovilización y contribución al proceso de paz visibilizaron las demandas indígenas y facilitaron que otros líderes indígenas tuvieran una voz en la Asamblea. Gracias a estas luchas, la Constitución de 1991 es una de las más avanzadas de América Latina en términos de reconocimiento de derechos étnicos. Incluyó, por ejemplo, la oficialidad de las lenguas indígenas en sus territorios y la creación de circunscripciones especiales para los pueblos indígenas en el Congreso.
Un Legado de Resistencia y Esperanza
Hoy, el legado del Quintín Lame trasciende su pasado armado. Su modelo de lucha, basado en la protección de la identidad cultural y la autonomía territorial, sigue inspirando a los movimientos indígenas de Colombia. A diferencia de otras guerrillas, el MAQL no buscó tomar el poder estatal, sino empoderar a las comunidades desde sus raíces.
Sin embargo, la relación del MAQL con las comunidades no estuvo exenta de tensiones. Aunque en muchas ocasiones actuaron como defensores de los derechos indígenas, también enfrentaron contradicciones al intentar equilibrar sus objetivos políticos con las demandas y expectativas de las comunidades locales, reflejando con estas tensiones, la complejidad de operar en un entorno donde convergen múltiples actores y dinámicas de poder.
Este enfoque sigue vigente en las luchas actuales de los pueblos indígenas, que enfrentan desafíos como la presencia de nuevos grupos armados y las tensiones por el control de los territorios. Sin embargo, su resistencia organizada y su participación activa en la construcción de la paz territorial son un recordatorio de que la lucha por los derechos puede ir más allá de las armas, transformándose en un camino hacia la inclusión y el diálogo.
El Contexto Actual del Conflicto en el Cauca
Hoy en día, el Cauca sigue siendo una de las regiones más afectadas por la violencia en Colombia. Grupos como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), facciones disidentes de las FARC y nuevas estructuras paramilitares compiten por el control del territorio, exacerbando la inseguridad en la zona.
La histórica ausencia del Estado en esta región ha permitido a estos grupos insurgentes posicionarse como protectores o representantes de las comunidades indígenas, generando con esta dinámica una coexistencia forzada entre los habitantes y los actores armados, donde los jóvenes, en particular, son vulnerables a ser cooptados por los grupos debido a la falta de oportunidades y la atracción que representa la vida guerrillera.
A pesar de estas adversidades, las comunidades indígenas han desarrollado estrategias de resistencia no violenta. Organizaciones como el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) han desempeñado un papel preponderante en la defensa de los derechos y la autonomía de estas comunidades, demostrando que la organización comunitaria es una herramienta poderosa para enfrentar la violencia.
El Rol del Quintín Lame en la Construcción de Paz
El legado del MAQL trasciende la lucha armada. Tras su desmovilización en 1991, el movimiento se convirtió en un referente de cómo los procesos de paz pueden ser impulsados desde la base comunitaria. Su participación en la Asamblea Nacional Constituyente fue fundamental para incluir en la Constitución de 1991 el reconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos indígenas, un logro que marcó un hito en la historia de Colombia.

 En la actualidad, el legado de Quintín Lame  permanece vivo en las luchas indígenas por la  defensa de la tierra, la búsqueda de autonomía y el  reconocimiento de sus derechos ancestrales. Sus  enseñanzas continúan siendo un faro de  inspiración, destacando la necesidad de fortalecer  la identidad cultural, preservar los saberes  tradicionales y consolidar la organización  comunitaria. Estos pilares son fundamentales para  enfrentar los retos del posconflicto, construir  escenarios de paz territorial y promover la justicia  social en las comunidades indígenas.
En la actualidad, el legado de Quintín Lame  permanece vivo en las luchas indígenas por la  defensa de la tierra, la búsqueda de autonomía y el  reconocimiento de sus derechos ancestrales. Sus  enseñanzas continúan siendo un faro de  inspiración, destacando la necesidad de fortalecer  la identidad cultural, preservar los saberes  tradicionales y consolidar la organización  comunitaria. Estos pilares son fundamentales para  enfrentar los retos del posconflicto, construir  escenarios de paz territorial y promover la justicia  social en las comunidades indígenas.
Desafíos y Oportunidades para una Paz Duradera
A pesar de los avances logrados, Colombia enfrenta un camino complejo hacia la consolidación de la paz. La persistencia de economías ilegales, la fragmentación de los grupos armados y la débil presencia del Estado en muchas regiones obstaculizan los esfuerzos por estabilizar el país.
En este contexto, el Cauca se presenta como un microcosmos de los retos nacionales. Las comunidades indígenas, lejos de ser víctimas pasivas, han demostrado una capacidad notable para resistir y adaptarse, sin embargo, para que estas iniciativas prosperen, es necesario que el Estado asuma un rol más activo en la provisión de seguridad, educación y servicios básicos, garantizando que los derechos reconocidos en la Constitución se traduzcan en realidades tangibles.
El caso del movimiento Quintín Lame es un recordatorio de que la paz no se construye únicamente desde los acuerdos políticos. También requiere el fortalecimiento de las raíces culturales, la participación activa de las comunidades y un compromiso genuino con la justicia social. El desafío para Colombia es aprovechar este legado para avanzar hacia un futuro donde la paz y la dignidad sean una realidad para todos sus ciudadanos.
Fuente:
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